Hace más de 30 años se producía el milagro plegable de las dos ruedas... La primera Brompton (así llamada en honor al santuario que se veía desde la ventana en Cromwell Road) veía la luz después de un laborioso proceso de fabricación. Más de 300.000 unidades después, el inventor Andrew Ritchie ha querido reunir a la gran familia en torno a ese prodigio de ingeniería que ha convertido la bicicleta "made in London" en un referente mundial.
"Mi sueño era crear una bici de bolsillo, algo así como el "mini" de las dos ruedas", recuerda Andrew Ritchie, que estudió para ingeniero Cambridge y más tarde fue programador y horticultor, antes de que el magnate australiano Bill Ingram le propusiera hacer unos diseños para la Bickerton a mediados de los setenta. Lo que empezó como un pasatiempo se convirtió en una obsesión. Un año después, con la ayuda de diez amigos que pusieron cada uno 100 libras (ahora lo llamaríamos "crowdfunding"), fue capaz de construir su propio prototipo. El resto es historia...
A sus 66 años, Ritchie sigue pedaleado todos los días los 10 kilómetros separan su casa en South Kensington de la zona industrial de Brenford, en la que Brompton se codea con la mismísima Mercedes. Lejos quedan aquellos renqueantes inicios frente al santuario; en plena crisis, Brompton da empleo a 200 trabajadores y aumenta su producción un 20% todos los años para cumplir con los pedidos que llegan de más de 40 países.
El incremento de la producción ha obligado a externalizar algunas tareas, pero básicamente las bicicletas se fabrican y se esamblan aquí, en Brentford, desde la primera a la última pieza, "personalizadas" a gusto del cliente y plegadas en la recta final en el espacio "imposible" de 56 por 54 centímetros (y apenas 27 de ancho).
"Te la llevas puesta en el tren o en el metro, la puedes poner debajo de la mesa, o en un rincón del dormitorio", explica Ritchie. "Nuestros modelos se pueden sin duda mejorar, y en ello estamos años tras año. Nuestro gran reto ahora es crecer al ritmo de la demanda. Puede que este año lleguemos a fabricar 40.000 bicicletas y la fábrica se nos puede quedar pequeña".
Curiosamente, los tiempos díficiles han sido siempre beneficiosos para las dos ruedas. Ritchie recuerda el "boom" de los ochenta, coincidiendo con la crisis del petróleo. Aunque lo que está pasando últimamente va sin duda más allá: "Creo que esta última subida tiene que ver también con un cambio profundo en la sociedad y con la pujanza definitiva de la bicicleta en las ciudades. Esto ya no hay quien lo pare: las dos ruedas se imponen por salud y por sentido común".
Ritchie ha cedido el manillar de la compañía a Will Butler-Adams, pero sigue ejerciendo de director técnico y deleitando al personal que viene hasta Brentford para contemplar "in situ" el milagro de la fabricación de este ingenio que se sigue perfeccionando año tras años.
"Mi obsesión al principio era hacer una bici lo más pequeña posible", reconoce Ritchie. "Luego fui adaptando la idea, sacando todo el partido posible a las ruedas de 16 pulgadas. También quería hacerla más liviana, pero vi que era muy difícil bajar de los nueve kilos".
"La prioridad fue entonces que se pudiera plegar de una manera fácil y lo más rápidamente posible, entre diez y veinte segundos", añade el inventor de las Brompton, reconocibles tanto por su plegado ultracompacto como por la curvatura característica del cuadro. "Había un tercer requisito: la bici tenía que resultar atractiva y divertida de conducir, que ha sido siempre otro de los "hándicaps" de las bicis plegables".
Las tres reglas de oro -tamaño, portabilidad y versatilidad- se fueron adaptando con los tiempos. Pero la idea básica sigue intacta, alimentada con la misma pasión de hace casi cuatro décadas por Andrew Ritchie. "Me he propuesto bajar de piñón y dejar de venir a fábrica cinco veces a la semana, pero me resulta difícil", reconoce el inventor de la Brompton, capaz de recorrer con los ojos cerrados la nave donde se diseñan y se fabrican hasta un 70% de los 1.200 componentes de la bicicleta.
"La fábrica es el alma de lo que hacemos y de lo que somos", asegura Richie. "Nuestro compromiso con la calidad empieza y acaba aquí". Le preguntamos si el "made in London" es intransferible, y el "padre" de las Brompton reconoce que ha tenido ofertas de medio mundo: "Nuestras bicicletas serían a lo mejor un 20% más baratas si las hiciéramos fuera de Londres, pero no sería lo mismo"...
"Quien compra una Brompton lo hace sabiendo que hay un "valor añadido"", asegura Ritche (a partir de los 800 euros en España). Dos terceras partes de la producción se exporta, sobre todo a países como Alemania, Japón o Corea del Sur, donde el "made in London" pesa como la mejor garantía".
Koos Kroon, distribuidor de la marca en España y organizador del campeonato mundial de "ejecutivos" con casco que se celebra todos los veranos, calcula que en Barcelona hay ya unas 9.000 Brompton en circulación. A pesar de la crisis, este año se espera vender unas 2.400 bicicletas, el doble que hace cuatro años.
"Por su calidad y su tamaño compacto, es una bici ideal para combinar con el transporte público y moverse por la ciudad", asegura Kroon. "El auge de las dos ruedas, pese a las presiones del lobby automovilístico y la poca ayuda de algunos ayuntamientos, es ya imparable en España. También nos ha ayudado la introducción de bicicletas plegables de baja calidad que en cierto modo ha allanado el camino a la Brompton, que es esencialmente una bicicleta buena y compacta, hecha con mucho cariño y con la garantía del "made in England"".
De la visita a la fábrica nos llevamos esa búsqueda de la perfección que siempre motivó a Ritchie desde sus primeros y legendarios diseños, convertidos ahora en objetos de culto en todo el mundo. Después de abrir brecha en Kobe (Japón), Shanghai, Hamburgo y Amsterdam, la Brompton Junction (auténtico santuario de la bici plegable) llega por fin a la línea de meta de Covent Garden, convertida en irresistible reclamo de este Londres "motorizado" que tiene que hacer aún más, mucho más, por allanar el camino a las dos ruedas.
Comments